XXXIV

          La idolatría me repatea, tanto o más, como al otro lado de la balanza: la compasión. Y la equidad sé que es un concepto complejo, en estos tiempos de multitud de aristas. Punzones que se introducen por debajo de nuestro cráneo, penetran nuestro cerebro, y que han sido diseñados con diversos cometidos, por ejemplo:

1.-  Evitar el abultamiento de las ideologías, algunas caducas ya.
2.- Adormecer los sueños porque, si así no fuera, acabarían reventando nuestras semejanzas.

        Y así, de esta forma, hubiese pintado el muro en esta noche de luna y grafittis. Pero en verdad, mi edad y la clase social han disfrazado el spray rosado y gris por este negro y opaco que sale, también pulverizando, de mis manos, para acabar pintando un telón de oscuridad sobre la pared, antes de que amanezca y despertemos.

XVI

Al Teatro, antes de que acabe su día

          Nihifunambulismo. Andar entre un concepto que te levante temprano para ver de nuevo trapos de limpieza amarillos, tendidos desde hace siglos entre la existencia destacada y la ausencia que quieren llamar vacacional; y la búsqueda de la coma significativa, la traducción imposible, la desobediencia civil, militar y religiosa; y tú, ese tú que ahora soy yo, de nuevo, en la capital del reino de la falta, en el centro del país del «sin mí» habrá siempre amenazas; y la ironía que, al escribirse, va musculando la clavícula, la acidez que sube por la columna del ciclista, y el peligro asociado a la verborrea soleada por soledad, pues el sol ha quemado todo, o lo está quemando, o lo va a quemar si no te aproximas antes a eso que nunca quieres ver, pero que el paso de los años hace inexorable.